El jueves falleció mi amor,
lo encontré muerto en la sobrecama negra
mientras nos besábamos y tragábamos saliva.
Se me atoraron las vocales,
¡Lo matamos!
Infames y malditos
lo ahogamos en vasos de cervezas .
No me ha vuelto a
llamar
porque los muertos ya no gastan sus monedas.
Rondó mis sueños los días posteriores
¡Y carajo! como lo extrañan mis entrañas.
Estoy en vela, esperando señales de vida
pero esta más que muerto.
Ni un susurro, ni un lamento
ni con voz suave me pide:
“no te marches, no me
arruines”.
He prendido velas y entre sollozos
ruego por mi amor
para que reviva y perdone el veneno de mis palabras
que fueron atinadas navajas.
Siempre creí en su eternidad y retorno
que un noviembre cruel no terminaría con él
Ni las palabras más hirientes, ni la convicción más fuerte
Lo envuelve este silencio sepulcral
que me martilla una y otra vez el corazón
siendo devorado ahora como carne para animal.
Al pie de sus recuerdos le pido y le pido y le vuelvo a
pedir:
“Regresa, no te mueras, no te enfríes y no me temas”
pero es ya cadáver, ha dejado de pensar en mi.
Ahora descansa de la
guerra misma
acunado en el olvido.