Miro en el cuarto sin ventanas
el techo,
controlando el perro negro que tengo
en el pecho.
Pienso en él por horas
que se me van por el resumidero,
siento la cabeza envuelta
en una bolsa de plástico
los huesos blandos
y los latidos retumbando como martillos,
Peligroso encuentro saber
que no vuelve más
que no voy a encontrar la curvatura
de su boca cuando me sonríe
más peligroso encuentro saber
que no es su sonrisa
lo que persigo
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